El tiempo que no está

Tenerife
Fecha: 26/04/2019 20:00 - 29/05/2019 20:00

Lugar de reunión: Sala anexa La Recova. Santa Cruz Tenerife  |  Ciudad: Santa Cruz de Tenerife

El tiempo que no está

El niño lo ve todo en novedad puesto que se encuentra siempre ebrio. Nada viene a ser tan parecido a aquello que es la inspiración como la alegría con que el niño absorbe la forma y el color.

                         “Las vocaciones”.       Charles Baudelaire (1821-1867).

En su nueva serie “El tiempo que no está”, Celestino Mesa se desmarca del academicismo clásico y del purismo visual imperante en mucha de su obra precedente, optando por fondos en abstracción sobre los que se plasman las siluetas infantiles como proyecciones del pasado.

Con un lenguaje estético diferente, Mesa abre una ventana a un ayer compartido y nos plantea la posibilidad de echar la vista atrás, a la tradición perdida de los juegos infantiles que transcurrían en la calle, al aire libre y en compañía. Un pasado no tan lejano en el que rasparse las rodillas configuraba una prueba irrefutable de diversión y en el que el mundo era escenario de una creatividad sin límites, lejos de la impuesta hoy en día por los universos virtuales.

La creatividad, de hecho, es junto a la inocencia, la ternura y la vitalidad, preceptos que Celestino Mesa consigue evocar no solo a través de los temas representados sino mediante la imprecisión estudiada, las tonalidades de gamas medias y la atmósfera abocetada que envuelve las sombras infantiles. Tal es el caso de los primeros cuadros de la serie, como El apuro, Regreso del cielo, Jugando con su sombra, o La reverencia de Tatiana. No obstante, los tonos más oscuros de Riesgo controlado, El arresto de Tatiana o Tarea, lectura el tiempo pasado, se manifiestan cuando el autor desea transmitir cierta inquietud vital asociada a la amenaza de un futuro incierto, el desasosiego puntual del presente y a la percepción melancólica del pasado. La síntesis de estas emociones se ve reforzada por la representación de los componentes, figurativos o no, que nos hablan de cierto simbolismo oculto, así como el uso que Mesa hace de los fragmentos de color negro que delimita los bordes de algunos de los cuadros y que establece un diálogo entre éstos y la parte donde se desarrolla la acción.

Con la infancia como protagonista de cada lienzo y el juego como motivo principal entorno al que se perfila la obra, el autor involucra emocionalmente al espectador al recrear un pasado capaz de remover los recuerdos individuales y al optar, a su vez, por despersonificar los rostros infantiles. Esto implica, al contrario que una estética más realista, una mayor disposición empática por parte del receptor, ya que puede llegar a resultarle sencillo reconocerse a sí mismo en los rasgos obtusos.

La amplia gama de colores vibrantes parece reproducir la risa distante de los niños, mientras que el impecable tratamiento de la luz y la pincelada libre y suelta consiguen recrear el dinamismo. A su vez, los planos que se superponen mediante líneas rectas y diferentes perspectivas, avivan la sensación ilusoria de encontrarse ante retazos de añoranza, jugando con la posibilidad de hallarse, a un mismo tiempo, ante todas las oportunidades que depara el futuro.

Mesa nos habla de una realidad casi perdida pero presente aun en muchos de los espíritus presentes. Un lenguaje comprensible por todos pero que conmueve a unas generaciones más que a otras. En definitiva, un canto a la nostalgia por el “tiempo que ya no está”; la infancia, los juegos y sus normas.

Zuleyma Guillén,

Historiadora del Arte y doctoranda en Arte y Humanidades por la Universidad de La Laguna.

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            A propósito de ‘El tiempo que no está’, de Celestino Mesa

Celestino Celso Hernández

MACEW

            En unos momentos en los que la pintura estaba en plena transformación, con los artistas a la búsqueda de nuevos recursos, modos y maneras de ofrecer una propuesta renovada del arte, no debió resultar “cómodo”, para algunos de ellos, abrirse paso con una pintura que no seguía una apuesta tan clara, ni de tanto “riesgo”. Algo así nos encontramos con los impresionistas, que se pusieron en marcha con Claude Monet (París 1840 – Giverny 1926) a la cabeza, cuya obra ‘Impression soleil levant’, expuesta el 15 de abril de 1874, daría precisamente pie al nombre de este agrupo, como parte de la ‘Première exposition des peintres impressionnistes’, organizada por la ‘Société anonyme des artistas peintres, sculpteurs et graveurs’, en los Estudios Nadar de París.

            Como contrapunto, al posicionamiento de Monet, tenemos a Hilaire-Germain-Edgar De Gas (París 1834-1917), considerado otro de los fundadores del impresionismo, mientras él prefería hablar de su obra como realismo o arte realista. De hecho, la obra de Degas sí fue admitida en el Salón de París, el oficial, en el año 1865, y año a año las siguientes cinco anualidades, hasta que, decepcionado del mismo, se integra con los impresionistas, a partir del citado año 1874, no sin que sostuviera desacuerdos con sus nuevos compañeros de batalla artística. Destaca que, en el inventario, al final de su vida, Degas poseía obras de Ingres, Delacroix, Daumier, Manet, Pissarro, pero no de Monet, precisamente. Su posicionamiento conservador, frente a la sociedad, no debería condicionarnos ante su producción artística, incluyendo una interesante obra escultórica, en particular esculturas de cera, que también le fueron válidas para sus composiciones pictóricas, adquiriendo validez por sí mismas, como arte.

            En ningún tiempo ha sido terreno despejado llevar adelante una apuesta propia, independientemente de que sea dominante, o que esté en la punta de lanza de nuevas aportaciones, ni en aquellos tiempos de los impresionistas, ni tampoco en estos nuestros de un primer cuarto de siglo XXI, que no acaba de mostrar alternativas nítidas a lo que ya sido indagado y conquistado, por artistas que han antecedido a los actuales. Más no es para Degas, para quien hemos planteado este breve texto, sino para CELESTINO MESA (Santa Cruz de Tenerife, 1963), quien se presenta, en su propia página web, como pintor, diseñador, editor de vídeo y multimedia. Hemos comenzado por Degas, por su personal apuesta, dentro de la generación de artistas a la que perteneció, por su pasión por la fotografía, que practicó, realizando múltiples retratos, también de bailarinas y de desnudos, de los que incluso se valdría para sus dibujos y pinturas. Igualmente, por la atención que Degas prestó, además de a retratos, a estudios de bailarinas, con tomas novedosas para aquella época, con encuadres entonces poco conocidos, más propios de la fotografía. Y también sus pinturas de carreras de caballos, con similares cortes tajantes en los encuadres, en suma por obras que se fijaban en ciertas actividades, en la intimidad, en los detalles.

            Nos plantea Celestino Mesa una exposición a la que ha dado por título EL TIEMPO QUE NO ESTÁ. Incluye su propuesta una veintena de pinturas, al óleo y en técnica mixta sobre lienzo, en formatos medio y pequeño, más alguna en gran formato, realizadas entre los años 2017 y 2018. Lo que sitúa, ante nuestras miradas, son instantáneas, impresiones, momentos congelados de juegos y actividades, que con el transcurso del tiempo se han dejado de practicar, o ya se ven muy poco en las calles, plazas y parques de nuestros pueblos y ciudades. Lo podemos constatar en obras que llevan por título ‘El niño del apuro’, y también ‘Regreso del cielo’, ‘Jugando con su sombra’, ‘La reverencia de Tatiana’ y ‘Riesgo controlado’. “La infancia, el juego”, asegura el artista “es la base en este proyecto, en el que el dialogo de espacios con figuras se enlazan en el lienzo, para darle forma a esa etapa de la vida variando representaciones, según la época o normas sociales establecidas por los adultos y en este caso con los juegos de antaño como base del dialogo y creación.” Véanse otras pinturas de Celestino Mesa, que llevan por título ‘Jugando a la goma’, ‘Jugando a la gallina ciega’, ‘La niña de la Rayuela’, ‘Los hermanos de la cometa’ y ‘Jugando al escondite en la casa de abuela’. Y concluye este artista la argumentación, sobre la que sostiene esta propuesta expositiva, asegurando que abarca dos etapas. Una primera, que denomina “Estadio pre operacional”, en la que reúne “obras más realistas”, “donde intento plasmar emociones”, y una segunda, que denomina “Estadio de las operaciones concretas”.

            Como arte realista, comenzamos diciendo que prefería Degas, que se considerara su obra, no como impresionista. Realismo hay sin duda en los trabajos de Celestino Mesa, al modo incluso de los conocidos pintores ‘Realistas de Madrid’ –Antonio López, María Moreno, Isabel Quintanilla, Amalia Avia, Esperanza Parada- si bien limitarlo a ese planteamiento tampoco sería del todo acertado. Artista constante, Celestino Mesa prosigue su andadura artística, ajeno al desaliento y convencido de la valía de su trabajo, como artista hecho a sí mismo, cuestión que se puede aplicar en gran parte de los pasos que ha ido dando. Afronta, en suma, una nueva exposición individual, que se añade a la treintena de muestras individuales ya realizadas, contando sólo las más importantes, según él mismo indica en su biografía, desde el año 1992 hasta la actualidad. Por este hecho, ya valdrían la pena unas palabras de apoyo.

Celestino Celso Hernández. (Director del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdahl (MACEW).

ViceDirector de Arte del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias.

Ex-Profesor titular de Historia del Arte de la Escuela de Arte Fernando Estévez de Santa Cruz de Tenerife).

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                                           EL TIEMPO QUE NO ESTÁ.

Brotar del incendio de la vida en la otra vida que no está, señalar el índice del interludio de la existencia en el camino de los destinos. La niñez camina sobre los espacios en la línea del olvido , en el silencio de los años pasados se conjugan los verbos de la realidad añadida a los puntos cardinales en el tiempo que no está sobre la mañana que fallece en la noche . Pasarán los tiempos y se reirán los minutos en la eternidad de los puntos continuados en el devenir de los siglos sigilos del andante en la obra del pintor que como Celestino Mesa se dirige ahora en la pintura de la niñez y sus juegos , para sensorial presentar la cara en la técnica y sobre sí misma el restañar de las heridas de ese transcurrir en la resolución de los reflejos , de una luna o de un sol detenidos por el amor.

Percibir en el abrazo, su abrazo de artista firme y estricto con la poesía de sus trazos perplejos por encima de la bruma aguardando los juegos infantiles debajo de la escalera del futuro en un presente desgajado del árbol de la vida. Los niños de Celestino Mesa juegan a sus destinos con un lirismo propio , sin pena , en la gloria de haber disfrutado la permanencia en esos momentos, con el traslúcido trasnochar de los castigos paternales , pues todos creímos alguna vez que nuestros padres eran como dioses y que a nosotros en nuestra pureza no nos ocurriría nada.

Nadar en las aguas del mar sempiterno, por las ambiguas escaleras del cerebro, sentir que no hay palabras solo sentimientos en lo percibido. Mostrar los cuerpos pequeños de lo que fuimos para poder ser. Somos en la espiral de todo lo vivo un ejemplo más que muere y se pierde y así flotando a la deriva dejamos de pensar y nos despedimos.

Javier de la Rosa. (Doctor Honoris Causa por la Universidad de Westbrook, USA.

Senador de la Academia Internacional de Arte Moderno de Roma.

CANDIDATO AL PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2015, IWA, USA. De las Asociaciones Nacional e Internacional de críticos de arte).

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Celestino Mesa

La obra que ahora Celestino nos ofrece, se alimenta de luz, compatible y compartida con aquella mediterránea y sutil de Sorolla, y también con el impresionismo de Manet y de Monet, verbi gracia. Toda ella recibe la caricia de una pincelada romántica y nostálgica que gira en torno al mundo mágico de los niños, a unas escenas cargadas de sugerencias poéticas con las que este que les habla, se considera afín. Temática y técnica se abrazan para compartir un escenario novedoso y sugerente. Todo esto me impulsó a recordar aquellos versos que rezan así:

“Recuerdo que, siendo niño, me adormecía con monotonía la música del mar. El sonido de los callados la calma me traía; las olas y los sueños venían a varar…”

O de estos otros:

“Tuve hace tiempo un amigo que nunca debió morir. Yo tenía doce años, el tenía más de mil…”

Y es que la niñez siempre ha sido motivo tanto para la pintura como para la poesía…

El evocador tema de la infancia, alimenta las nuevas creaciones de Celestino Mesa, quien las envuelve de un cierto romanticismo a todas luces nostálgico. En sus obras hay calidad y calidez, profesionalidad y vocación, todo lo necesario para ejecutar una pintura eminentemente cabal y caballeresca, lúdica y lírica a la vez, capaz de transportarnos en el tiempo y de conmovernos gratamente.

Fernando García-Ramos y Fernández del Castillo

Doctor en Bellas Artes, catedrático de Dibujo Arquitectónico

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